El pan de coco de Elia es una parada obligatoria para quien va a playa Morón, pero no siempre fue posible, durante años el municipio de El Limón vivió una agria realidad, hoy disfrutan de su lado más dulce.

Elia de los Santos es nativa de El Limón, pero junto a su esposo decidió mudarse a la comunidad de Morón porque la situación estaba difícil. “Cuando él iba al mar era que teníamos qué comer”.

Estando allí comenzó a experimentar con el pan de coco para vender, sin embargo, cuenta que la situación de la carretera era un obstáculo para la afluencia de turistas y hasta de locales.

“La calle estaba muy mala y la gente era a veces que pasaba, si hacía 10 panes, se me quedaban cinco para el otro día”. Elia

Elia no tenía forma de mandar el pan a El Limón para venderlo, ya que nadie quería entrar hasta Morón, puesto que cuando llovía había que salir o entrar con los zapatos en las manos. Esta dura realidad cambió con la construcción total del puente que une a El Limón con las demás comunidades y con la construcción de la carretera que lleva a playa Morón, así como el acondicionamiento de la entrada a la playa pública y la habilitación de parqueos.

“Eso era así hasta que el Ministerio de Turismo y el señor Presidente nos echaron la calle, ahora llegan suavemente a comprar el pan y cuando la cosa está buena hago hasta tres veces pan de coco, ciento y pico hago, cuando está mala hago 40 o 50, pero se me venden, porque ahora se juntan hasta cinco y seis yipetas”.

Estas obras también han beneficiado a Abefri Encarnación, a quien todos conocen como Julio. Para hablar con él hay que esperar que le alegre la estadía a aquellos que disfrutan de la hermosa playa Morón, ya que sus piñas coladas y coco loco son parte del atractivo de la zona.

A un veloz ritmo saca la pulpa de la piña, la licúa, le pone leche evaporada, crema de coco, y un toque de ron, si el cliente lo pide, luego lo sirve dentro de la misma piña, para como él mismo dice “que el cliente se sienta feliz y se pueda tomar su foto”. Nos revela también su receta del coco loco, para ella usa crema de coco, ron blanco, un toque de menta y hielo, y que en ocasiones es necesario buscar más cocos por la alta demanda.

No obstante, nos cuenta que no siempre fue así, antes del acondicionamiento de la zona, contaban solo con vender algo un sábado o domingo, debido a que los vehículos llegaban solo hasta un punto y los visitantes debían bajar por una cañada.

“Antes el turista que venía era dominicano, porque el extranjero veía la calle mala y se devolvía, el camino estaba muy lleno de barro y las personas llegaban embarradas y decían que la playa era muy linda, pero no podían regresar”. Abefri

Con una alegría contagiosa nos confiesa que su vida ha cambiado para mejor, ya que sus ingresos han aumentado gracias a la alta afluencia de turistas locales y extranjeros. “Antes hacíamos mil o dos mil pesos, pero ahora en temporada alta hacemos cinco, diez o quince mil por día. La gente nos recomienda, porque si no maltratas al turismo, el turismo siempre vendrá donde ti, porque queremos ganar hoy y queremos ganar mañana”. 

Al hablar de su progreso no solo se limita al logro individual, sino al colectivo, refiriendo que aunque otros no trabajen para el turismo también se ven beneficiados, ya que “si yo me compro un café el otro gana con lo que yo gané del turismo, por eso me siento feliz por el cambio”. 

Valorar la entrega

Durante el recorrido por El Limón un cambio de ruta nos llevó hasta la casa de Juana Fermín, queríamos llegar al saltito y con impetuoso interés quiso ayudarnos a llegar, así inició nuestra interesante conversación.

Juana viste de blanco impecable, ha dedicado su vida al cuidado de otros como enfermera. Producto de su entrega y dedicación, en junio de 2011 asumió la responsabilidad de encargada de enfermería, solo en la práctica, ya que su cambio de designación nunca llegó.

“Esperé nueve años, el tiempo pasaba y nada, me pedían documentos, los llevaba y no pasaba nada y en cinco meses de esta nueva gestión me cambiaron la designación a subdirectora de enfermería”. Juana

La voz se le entrecorta, sus ojos se inundan mientras nos pide disculpas por quebrarse al recordar aquellos años de lucha, en los que en múltiples ocasiones pensó renunciar. “En cuanto al trabajo lo hacía con amor, pero en lo personal me sentía mal, como si me estuvieran utilizando, me sentía irritada, no tenía paz, mi familia no tenía tranquilidad, no dejaba dormir a mi esposo porque no es fácil trabajar y que otro cobre por lo que usted trabaja, incluso aquí en el trabajo me sentía irritada y a veces daba una mala respuesta no porque fuera mi forma, sino por la situación”. 

A pesar de todo, nunca perdió las esperanzas, imaginaba que algún día llegaría el cambio de designación que tanto esperaba. Su rostro cambia y se le dibuja una sonrisa cuando recuerda el día que recibió su primer salario con el nuevo nombramiento. “Cuando me llegó el primer pago fue algo maravilloso, fue algo tan bueno que yo llevé parte a la iglesia para dar gracias y tomé siete mil pesos e iba donde la gente necesitada y le decía: mire esto, yo estoy dando gracias por lo que por gracia yo he recibido”.

Dice no tener palabras para expresar lo que ella y su familia sintieron y la manera en que los impactó el cambio. Expresa que tener mejor condición económica le permite apoyar a sus hijos, una de las cuales estudia Ingeniería Civil, y a sus padres, que tienen condiciones de salud. 

“De verdad me siento agradecida, y como dice un adagio, la mano que te da de comer no puedes morderla y yo esa mano no pienso morderla. Cuando usted vive una vida enferma, sin tener enfermedad, que ahora usted viva una vida de paz, yo no tengo palabras como describir ese cambio, de verdad, no puedo, porque tengo demasiadas cosas que decir, ahora siento paz, armonía, gozo”

Sobre el cambio en la comunidad de El Limón, nos dice que antes eran un distrito municipal marginado, pero que ahora se nota la atención puesta, que la actual gestión “ha hecho que a El Limón se le cumpla su sueño, que parecía imposible”.

Concluye ilustrandonos un panorama sobre las condiciones en que se encontraba la comunidad. “Cuando yo venía a mi trabajo tenía que traer un galoncito de agua y un paño, para cuando salía a la calle principal lavarme y secarme los pies. Peor era cuando el río subía, nadie podía transitar, porque el puente tenía más de cuatro años y no hacían nada, en esta gestión vinieron la gente, vieron la condición del puente, les contaron las condiciones y ellos vieron que no era justo y en tres meses resolvieron los problemas”.

Nos vamos a nuestra casa

Esas fueron las palabras de Domingo Johnson, a su esposa, cuando en solo dos meses le dijeron que su casa estaba lista.

Domingo y su esposa son una pareja que agradece cada pequeño gesto, que ríen en todo momento el uno con el otro y que no paran de dar gracias por el techo que hoy les cobija.

Ambos pasaron los embates de la tormenta Fiona dentro de su antigua casa, que ya se encontraba en muy mal estado. Describe los momentos en que las hojas de zinc se iban volando, como el agua entraba mojando todos sus enseres y el momento en que un árbol de buen pan cayó justo al lado de su vivienda. No obstante, sonríe y dice “pero gracias a Dios no nos pasó nada a ninguno, solo que perdimos las cosas”.

Sin titubear, expresa que para él, el cambio significa felicidad.  “Cada vez que yo salía pensaba que iba a encontrar a mi esposa prensada en esa casa, porque se estaba cayendo, una casa de 40 y pico de años, los blocks estaban podridos, pero gracias a Dios tengo mi casita, mire que linda me la pusieron y en dos meses, yo no pensaba que me la iban a hacer tan pronto, estaba triste porque pensé que no tendríamos navidad y la pasé dentro de mi casa. Porque en otras gestiones duraban mucho y pasaron 20 años y nunca nos miraron a mi esposa ni a mi y ahora tenemos casa y tarjeta Supérate para ayudarnos”.

De su pueblo refiere que en el colectivo tenía un dolor de cabeza con el tema del puente, ya que los de un lado no podían pasar al otro cuando llovía, porque lo único que los unía era un paso hecho de concreto.

“Siempre vivían diciendo que lo iban a hacer y nunca lo hacían y el Presidente vino y lo prometió en campaña, dijo: de yo ser Presidente haré este puente; y mírelo dónde está, aquí todas las calles y callejones están asfaltadas”. Domingo

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Sobre el autor

Abdia Acevedo

Me asfixié del lápiz y el papel a los 15 años. Me casé con el periodismo a los 24, como todos, para intentar salvar el mundo y la pasión desahució mi bolsillo. Amante de la poesía, de la carretera y el turismo de cercanía.

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