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Educando ángeles

Al llegar a la Fundación Nido para Ángeles, Jose nos recibe con una sonrisa que no conoce de limitaciones, un diagnóstico médico dice que tiene parálisis cerebral, mas él sabe expresar lo que quiere y su voz ya sabe alzarse para gritarnos “necesito educación y rehabilitación”.

Su madre, Dominga Brito, no puede evitar que su alegría la haga parecer una niña el Día de Reyes, su niño ha avanzado mucho.  “Mi hijo ha logrado cosas que yo no sabía que iba a lograr, antes pasábamos mucho trabajo y ahora lo tenemos todo, no solo terapia, sino que también recibe educación, habla más claro, cuenta solo, sabe colores y letras”.

La educación de Jose y la de más de un centenar de niños con la misma condición, es posible gracias a la alianza realizada por Nido para Ángeles y el Ministerio de Educación, a fin de ofrecer a estos niños las mismas oportunidades que a todos los demás.

Dominga se levanta a las 5:00 de la mañana, es Jose quien le dice “mamá voy para la escuela”, lo prepara contagiada por el entusiasmo del pequeño y viaja diariamente desde la comunidad de Palenque, en San Cristóbal, al lugar en el que él dice sentirse bien. “Yo me sentía depresiva porque no veía que mi hijo tenía ningún logro, pero ahora eso me motiva a levantarme más temprano”.

Jose aún no camina, verlo dar pequeños pasos es el sueño más preciado de su madre, “él no hablaba correctamente, pero gracias a la enseñanza lo está logrando”.

Mónika Despradel es la presidenta y fundadora de Nido para Ángeles, institución que comenzó inspirada en su hijo Sebastián de Jesús Rodríguez Despradel, el ángel fundador, quien al nacer fue diagnosticado con parálisis cerebral.

Ella nos cuenta sobre la importancia que representa el que estos niños puedan tener un espacio escolar en el que puedan desarrollarse. “El acuerdo, por un lado, implica el mantenimiento de la escuela especial, que sé que será ejemplo. Por otro está el nombramiento de maestros y maestras, que es tan difícil mantener una nómina con una población vulnerable, de escasos recursos, que no paga por venir aquí. La tercera arista es la colaboración, tenemos una experiencia única en parálisis cerebral y estamos dispuestos a que nuestros profesionales ayuden al estado a construir programas para niños con esta condición”, expone.

Para empaparnos más a fondo sobre lo que implica escolarizar a un niño con parálisis cerebral nos sumergimos, como espectadores, en una de las clases de María Polanco, una educadora a quien la vocación le brota por los poros y quien dice vivir enamorada de su trabajo.

María utiliza una caja con un agujero, llena de pelotas, para lograr enseñarle los colores a sus alumnos. Algunos, como Sherlyn, se emocionan y emiten sonidos en impaciente señal de querer participar.

Nos informa que el Programa Integral de Educación está diseñado de acuerdo a los niveles de funcionalidades de los niños y que se trabaja con las competencias curriculares nacionales, haciendo las adaptaciones necesarias, acorde a los niños con los que trabajan. “Ellos tienen la capacidad de responder, ya sea verbalmente, con gestos, sonidos o miradas, en el país no entienden las necesidades de comunicarse que tienen estos niños”.

María no siente que esto sea un trabajo, ya que los niños con los que trabaja, y sus familias, le enseñan cada día que siempre se puede. “A veces vemos al niño y no vemos sus capacidades, sino que tiene discapacidades. Automáticamente entras aquí te transformas porque cada gesto, cada sonrisa es un logro, no profesional, sino personal, porque ellos te invitan a vivir. Ves esos niños y todo es amor”, manifiesta entre lágrimas la educadora.

Al preguntar sobre cuál es su sueño no duda en decir, casi como una súplica, “que nuestros niños puedan ser representados y se le respeten sus derechos. Que cada familia con un niño en esta condición pueda obtener un subsidio para sus gastos, que son muchos. También sueño con que los servicios que ofrece esta fundación sean replicados”.

El tema de la educación, nos dice, juega un papel muy importante, porque muchos niños no tienen daños cognitivos, quizás verbalmente no pueden decir qué color u objeto es o qué quiere, pero con la mirada tienen la capacidad de responder. “Desde el área educativa se le pueden trabajar todas las competencias que tienen y que es por esa razón que adaptan el currículo para que ellos puedan conocer el entorno, socializar e interactuar con otras personas y no se mantengan dentro de esa burbuja de que tienen la condición y deben limitarse por eso”.

Junto a ella está Arlyn Figuereo, quien es auxiliar en educación, su historia es muy particular, ya que su acercamiento con el centro fue como madre de una niña con parálisis cerebral, la inquieta Sherlyn que busca participar en clases a través de la mirada y sonidos. “Ser madre de un hijo con parálisis cerebral es complicado porque no todos te apoyan, no tienes apoyo, por ejemplo, para decir que vas a trabajar y encuentras a alguien que te cuide tu niño y haga todo lo que hace una madre, yendo a sus terapias”.

A pesar de que Sherlyn tiene una parálisis severa, su madre nos relata que ha desarrollado mucho su sentido auditivo y sabe identificar con gestos las cosas que le agradan y las que no o aquello que quiere y lo que no, fuimos testigo de esto al ver su participación en el aula.

Arlyn nos habla de las fuertes emociones que se sienten al ver cuando los niños aprenden a hablar o caminar y el aula tiene mucho que ver con esto.

La presidenta de Nido para Ángeles ve la reciente alianza como histórica, por la voluntad de replicar el programa en las escuelas públicas, ya que la educación especial necesita una red de expansión, en la que niños con parálisis puedan, en sus espacios, ir a escuelas especiales.

Con los ojos llenos de ilusión, mientras observa el busto de su hijo en la entrada de la fundación, Mónika dice creer que ha llegado el momento de que niños y niñas puedan acceder a una educación inclusiva.  “Esto es un acuerdo de ganar – ganar, porque estamos dando lo que si no tuviéramos el apoyo del Minerd no pudiéramos dar, porque a veces vienen familias que no tienen con qué comer o vestirse. Tenemos una lista de espera de 139, que hay que disminuir, que hay que incluir, que lo ideal es que se incluya en sus barrios, sus pueblos, sus comunidades, porque por más que queramos no los podemos incluir”.

Concluye su comentario explicando que por lo general estos niños tienen muchas limitaciones físicas y eso hace que necesiten una sombra, sillas o carros especiales que los lleven, lo que limita en los barrios que haya estas escuelas”.

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Sobre el autor

Abdia Acevedo

Me asfixié del lápiz y el papel a los 15 años. Me casé con el periodismo a los 24, como todos, para intentar salvar el mundo y la pasión desahució mi bolsillo. Amante de la poesía, de la carretera y el turismo de cercanía.